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Segunda parte: recursos reales para superar la disfunción eréctil

  • Foto del escritor: Dr. Ramón Rogel
    Dr. Ramón Rogel
  • 20 ago
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 23 ago


Hombre de mediana edad besando con ternura a su pareja tras superar la disfunción eréctil psicológica con apoyo médico en la Clínica de Gandía.

En la primera parte de esta historia, te conté cómo José inició su recuperación con una mirada distinta a su problema: sin presión, sin etiquetas, con más escucha al cuerpo. Ahora quiero compartir las herramientas que realmente marcaron un antes y un después en su evolución. Algunas son clínicas. Otras, muy personales.


El papel de la medicación


Durante un periodo en el que la ansiedad era intensa y persistente, José probó con medicación pautada por su psiquiatra: primero un ansiolítico, luego un antidepresivo (eligió uno con pocos efectos sexuales). Según su vivencia, la medicación no “curó” el problema, pero sí le devolvió una sensación de normalidad en su día a día, y con ello bajó notablemente el nivel de hipervigilancia.


Además se interesó por el uso de suplementación y medicina regenerativa inyectada con el objetivo de mejorar su rendimiento sexual.


Fue en ese estado de calma física cuando tuvo su primer encuentro sexual plenamente satisfactorio en meses.


La importancia del ejercicio físico


Otra herramienta clave fue empezar a moverse. José tenía una vida muy sedentaria. Empezó poco a poco con ejercicios moderados de fuerza, centrados en abdomen y piernas, y añadió ejercicios de Kegel para activar el suelo pélvico. Esto mejoró su circulación y su percepción corporal.

Además, entendió que el cuerpo necesita tiempo para recuperarse entre eyaculaciones. En su caso, pasar al menos 48 horas sin eyacular antes de un encuentro sexual mejoraba su deseo y su respuesta eréctil.


Sexo sin prisas, posiciones que ayudan


Una de las estrategias más valiosas que incorporó fue cambiar la manera de vivir el sexo. Renunció a la idea de “aprovechar la erección rápido para penetrar” y, en cambio, alargó la fase de estimulación, aceptando que una erección parcial puede evolucionar si el cuerpo está relajado.

También exploró posiciones sexuales que ayudaban en sus momentos de inseguridad: sobre todo la postura en la que su pareja estaba encima (amazona), ya que le permitía relajarse y mantener la erección sin preocuparse por el movimiento o la fuerza.


El “clic” que lo cambia todo


José hablaba de una metáfora que me pareció muy útil: la del “clic” que abre la válvula. Ese momento, a veces inesperado, en el que el cuerpo deja de defenderse y permite que la sangre fluya hacia el pene. A veces lo desencadenaban caricias distintas, juegos más sensoriales, o simplemente el cambio de foco fuera del rendimiento. Pero lo importante era que existía: no todo dependía de la voluntad, ni del control.


Confianza y perspectiva para superar la disfunción eréctil


Tras muchos meses de prueba, error y pequeños logros, José volvió a sentirse seguro. Aprendió a no obsesionarse, a hablar sin vergüenza con su pareja, y a dejar que las experiencias positivas reformularan su imagen de sí mismo como hombre sexualmente capaz. Hoy sigue viniendo a revisión porque le gusta recordarse que la solución fue real.


Historias como la suya son un recordatorio de que, con el enfoque adecuado, superar la disfunción eréctil es posible. Desde la Clínica de Gandía, seguimos acompañando a muchos hombres que, como José, solo necesitan el espacio adecuado para reconectar con su deseo.




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