Cómo José superó su disfunción eréctil psicológica. Parte I.
- Dr. Ramón Rogel
- hace 5 días
- 3 Min. de lectura

Desde la Clínica me gusta acompañar a los pacientes más allá de los protocolos. Y a veces, lo más transformador es escuchar. Hoy te cuento el caso de José, un paciente de 46 años con disfunción eréctil de causa psicológica. La suya no es una historia extraordinaria, pero sí profundamente humana y común. Es también una historia de avance, trabajo conjunto y reconstrucción.
Una dificultad inesperada
Cuando José vino por primera vez a consulta, lo hizo visiblemente frustrado. Su cuerpo no le respondía en los momentos que más deseaba sentirse pleno y conectado. No había pérdida de deseo, ni dolor, ni enfermedades asociadas. Pero en los encuentros sexuales, su erección fallaba. Y lo que en principio parecía un episodio puntual, se convirtió en un motivo de angustia constante.
Él mismo me decía que era como si su cuerpo activara una alarma interna cada vez que se planteaba tener sexo. Mientras más quería que todo saliera bien, más se bloqueaba. Al indagar juntos, vimos que sus pensamientos se llenaban de dudas, vigilancia y presión sobre su rendimiento. Y eso afectaba todo: su apetito, su sueño, su energía diaria.
Una mente en alerta tras la disfunción eréctil psicológica
Con ayuda de su sexólogo, fuimos desmontando las piezas del problema. Uno de los primeros aprendizajes de José fue entender cómo el sistema nervioso autónomo está implicado en la erección. Cuando dominan el estrés, la vigilancia o el miedo al fracaso, el cuerpo inhibe la respuesta eréctil. En cambio, la relajación, la calma y el disfrute permiten que el sistema nervioso parasimpático haga su trabajo.
José se dio cuenta de que su problema no estaba en el pene, sino en todo lo que ocurría antes: pensamientos anticipatorios, ansiedad, deseo de control. Incluso situaciones cotidianas como el cansancio o el miedo a decepcionar podían activar el bloqueo.
Las primeras estrategias que funcionaron
Comenzamos a trabajar desde varios frentes:
Respiración y control del sistema nervioso
La respiración nasal lenta y profunda fue uno de los grandes aliados. Le enseñamos técnicas como la respiración 4-4-4 (inhalar, mantener, exhalar en ciclos de 4 segundos) y también otras como la respiración Ujjayi, más sutil pero muy útil para regular el sistema nervioso. Practicarlas a diario —y no solo durante las relaciones sexuales— le ayudó a recuperar la conexión con su cuerpo sin miedo.
Sacar el foco del pene
Otro paso importante fue dejar de centrarse en “ver si tenía o no tenía erección”. Empezó a practicar caricias sin expectativas, encuentros sin presión por penetrar, e incluso juegos sexuales durante la menstruación de su pareja, donde el foco cambiaba radicalmente. Esa libertad le venía bien. Le ayudaba a sentir sin vigilarse.
Cuidar el momento y el entorno
Descubrió también que la posición del cuerpo tenía más efecto del que imaginaba. Estar tumbado de lado, por ejemplo, le ayudaba a sentir menos intensamente el “bombeo” de sangre hacia el pene. Menos estímulos = menos alerta. Y menos alerta = más placer. Así, fue configurando sus propios recursos.
Cuando el cuerpo empieza a confiar
Tras varias semanas de cambios, comenzaron a llegar los encuentros satisfactorios. Al principio sin penetración, luego con erecciones firmes que él mismo notaba como “las de antes”. Esa nueva confianza, aunque frágil, era real. Y desde ahí, todo fue más sencillo: más comunicación con su pareja, menos miedo al sexo, y más capacidad para disfrutar.
En la segunda parte de este caso real (que publicaré pronto), compartiré qué papel jugaron la medicación, el ejercicio físico, la eyaculación, las posturas sexuales… y otras claves que marcaron la diferencia.
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